La semana
estaba siendo intensa de trabajo, por las mañanas colegios y por la tarde
tareas del observatorio que me dejaban agotada. Será posible que no voy a
encontrar el momento para poder ver el cometa 3I Atlas…
Estaba
esperando a que llegara la ventana de oportunidad, sin la luna pululando en el
crepúsculo matutino.
Pero se
juntaba que o bien las nubes no dejaban opciones o el agotamiento me ganaba y
tocaba descansar para atender al colegio de la mañana siguiente.
No, en
cuanto la luna se vaya al cielo vespertino toca mirar la meteorología y sea el
día que sea lo programo sin falta. Aunque ese día reviente.
Porque si
aparece una ventana, por pequeña que sea, hay que aprovechar porque diciembre ya
es una fecha límite y después lo perderemos poco a poco. Esta acercándose a la
tierra y alejándose del sol, la ventana es ahora o nunca.
Literalmente.
Es lo que tienen
estos objetos, en su naturaleza está largarse para no regresar en nuestra
misera corta ventana de vida. Y para qué engañarme, me hace una ilusión que te
cagas echarle un ojo a este viajero interestelar. Poder ver un objeto nacido en
otro sistema solar es un privilegio que pocas veces podemos tener. Por pequeño
o churro que sea visualmente.
Y es que me
molan demasiado los cometas, no lo voy a negar.
Con todo lo
que se está hablando y las imágenes tan sumamente condicionantes parece que
verlo en visual es un reto. Pues justo lo que necesitaba, porque a nada que se
vea poca cosa ya me doy por contenta, así que… a por él.
El exótico
viajero tiene unas horas un poco intempestivas, así que una vez que la luna abandona
el menguante comienzo a mirar todos los días la previsión para ver si puedo
tener alguna ventana de cielo despejado a eso de las 5 am.
Como haya
suerte no me lo pienso, más que nada porque en un par de semanas la luna
volverá a asomar por la zona crítica y llenará de luz el cielo del amanecer. Es
ahora o nunca. Y no quiero jugármela porque en poco tiempo comenzará a perder
brillo.
Pasan los
días, la ventana de posibilidades no llega. Mucha nube alta, media… hasta que
una mañana esperando la llegada el cole en el observatorio miro meteoblue… veo
todo con ceros… un día entero, una noche entera… al día siguiente sigue a cero…
Me pongo nerviosa.
¿Cómo está
la cosa? A ver, esta tarde ya se queda raso y toda la noche se estabiliza. Mañana
amanece igualmente raso y parece la ventana buena, estará todo el día
espectacular y a la madrugada siguiente ya entran nubes altas de nuevo.
Dejo de
contener los nervios y enciendo el piloto de la cuenta atrás. La decisión está tomada.
Ahora solo queda saber si alguien más me querrá acompañar en esta aventura.
Oigo los chicos
entrando por la puerta del recinto, es momento de trabajar, pero ya me ha cambiado
el ánimo. Algo hierve en mi interior. Se me ha pasado hasta el frio jajajaj.
¡… 13:00
hasta pronto chicos! ¡Muchas gracias a todos!
Estoy
eufórica, he superado la barrera de pensar en el madrugón y ahora estoy
deseando que llegue el momento. Mil pensamientos se agolpan en mi cabeza,
quiero preparar mapa de localización, cuaderno de anotaciones…
¿Chicos,
dónde comemos? Venga, quedamos allí.
Espero a que
estemos todos sentados y levantamos las cervezas para brindar… y cuando damos
el primer sorbo suelto la bomba:
A ver…
ahora que estamos todos quiero haceros una proposición indecente. En ese instante consigo el silencio
ideal. Todos me miran:
Llevo
días esperando a que las condiciones fueran las más favorables y parece que
esta noche es la noche. ¿Quién se anima a venir a observar el cometa 3I Atlas?
Si, el
interestelar. La Luna ya está en el crepúsculo de la tarde y ahora no estorba,
además para mediados de diciembre ya comienza a bajar de brillo. Las nubes no
dan tregua estos días y parece que esta noche y mañana hasta mediodía estará
raso que te cagas... es el momento. Yo voy a ir al observatorio, pero lo mismo
os apetece apuntaros a la caza del cometa.
Se hace unos
segundos de silencio.
En ese silencio
se traducía a la perfección el conflicto emocionante de no querer perdérselo versus
el madrugón de coj… También que hay colegio esa misma mañana…
Me
apunto, y yo, yo también. Vamos, que ninguno quiere perderse la expedición.
Bien,
seremos un total de cinco. Los centinelas de la noche vuelven a brindar por la
caza del cometa.
Ya podéis
venir bien abrigados… quedamos en Astrohita a las 5:00 como muy tarde.
Con la
emoción de la aventura se me pasa el día volado. Organizo mapas y preparo la
ropa de supervivencia para ponérmela en cuanto salte la alarma.
4:45… (suena
la alarma)
Joder cómo
duele.
El estómago
lucha por boicotearme las ganas de salir de casa. En qué hora se me ocurrió…
con lo que necesito descansar, encima me meto en la boca congelada del lobo… La
mente es muy puñetera (Shhh cállate que no mandas…)
Bendito
café.
La meteorología
no ha fallado, está raso y cristalino. Sigue todo tal y como se mostraba en
meteoblue. Al salir de casa el coche ha cambiado de color, tiene una costra
blanca que no sale a la primera rascada.
Arrancando
que es gerundio, el cometa nos espera.
La llegada
al observatorio es emocionante, al salir del coche alucino con el cielo que
veo. Cuánto tiempo…
Es brutalmente
hermoso. Todo el reino de Orión y su entorno era un escándalo. Se podía sentir
el latido del cielo. Me emocioné sobremanera.
No recordaba
cuándo había sido la última vez que había visto un cielo así, se me antojaba mucho…
el amanecer siempre me flipa.
Camino de la
plataforma de observación vuelvo a pararme con la boca abierta, miro al oeste, me
choca ver a Orión allí marchándose cuando aún a penas lo veo saliendo a eso de
las 21 horas estas noches. Jejeje siempre me sonrío para mis adentros, parece
un viaje en el tiempo… es como tener un privilegio.
Llego al
punto de encuentro y ya están los equipos fuera. ¡Genial!
¿Quieres
un café? Joder,
doblemente genial, me ha leído el pensamiento.
¿Qué oculares has sacado? Espera voy a por el Nagler.
Si, solo
lo he sincronizado, no he sacado aún los oculares.
Vale, pues tráete también el laser por si acaso me hace falta.
Coloco la
bolsa con los lápices, el cuaderno y la luz roja en el banco para preparar
todo. Entonces me doy cuenta de que se me ha olvidado algo… porras, el SQM.
Bueno, no
pasa nada. No apunto ese dato. Lo que me importa es encontrarlo y verlo así que
ya para la próxima.
Terminan de venir
los compañeros, ya estamos el quinteto al completo. Nos quedamos unos minutos comentando
lo bonito que estaba el cielo y cómo destacaba la Vía Láctea del inverno. A
veces mirar a simple vista sin nada más que los ojos es lo mejor, como una
inmensa inspiración de aire fresco. Reparador.
Huele el
café… dios qué delicia. Lo agarro con las dos manos y me quedo mirando al cielo.
Sigo abrumada.
Calentando
las manos bajo los guantes y con la mirada hacia arriba siento que necesito
este momento. Recorro todos los puntos desde el cenit hasta el horizonte, sur,
oeste, este… la Osa Mayor trota por la cúpula del cielo… ¡pero si anoche estaba
escondida tan baja en el norte! No puedo dejar de emocionarme con el movimiento
del cielo. El baile circumpolar, el cambio de orientación del cuerpo del cazador
Orión… el Can Mayor parece correr por el horizonte con la cola paralela a éste.
Es el momento.
Respiro
hondo, doy un sorbo para comenzar la búsqueda y… porras ¡me he quemado la
lengua!
Lo dejo en
la base del telescopio para que se enfríe un poco y me pongo en marcha. Luego
me lo beberé cuando se deje tocar.
¿Lo has
dejado sincronizado con Denébola verdad?
Si, solo
queda que lo lleves al cometa.
Pues allá voy.
Localizo mi
estrella de referencia para esta noche: Zaniah (η Vir). Como siempre la búsqueda es a salto de estrella así que
preparo la ruta para llegar al cometa con los grupos o alineaciones más
interesantes que me lleven al destino. La verdad es que está realmente cerca de
esta estrella, a poco más de 1 grado, así que con suerte no tengo que hacer
muchos saltos.
De hecho,
solo necesité dos.
Como siempre
la clave es localizar bien las referencias, los campos a veces se confunden por
las escalas así que me aseguré bien de dar el primer salto al destino correcto.
Una vez conseguido el segundo fue más sencillo.
Y no hubo
duda, el cometa estaba ahí.
Guardé
silencio, no quería aun desvelar mi emoción. Me quedé mirando el campo del
ocular, tratando de saborear cada segundo.
Algo notaron,
tanto silencio sin hacer movimientos del telescopio es demasiado sospechoso
jajajaj así que no tardé en escuchar ¿ya lo has encontrado? Estás muy
callada.
Si, ya lo
tengo, la verdad es que me está sorprendiendo, pero quería asegurarme. Vale, ir
subiendo a mirarlo que luego subo a hacer un dibujo.
Fueron pasando
los compañeros por el ocular. Me separé del telescopio para fijarme en algo que
luego confirmaría… pero en ese momento escucho a un compañero que dice: ¡aquí
hay un café, debe estar congelado ya!
Ostras… mi
café. Y si, ya se había templado demasiado y si me descuido se congela. Bueno,
luego me haré otro.
Vuelvo a mis
pensamientos.
El campo del
Nagler 31 era, redondeando, de poco más de 1º y el aspecto del cometa era de
una bola de algodón difusa, costaba ver detalles más allá de ese aspecto
fantasmal. No había rastro de cola, ni de núcleo, solo una masa redondeada visible
con visión directa eso sí. Como primer vistazo estaba bien, el ocular favoreció
encontrarle fácilmente, pero la sensación era que no era el adecuado, el
telescopio permitía más aumentos y la noche aún no nos ponía límites por el
punto de rocío.
Una vez que
todos subieron volví a encaramarme a la escalera y cambié al ocular de 13mm, la
cosa mejoró sobremanera.
Mostraba un
núcleo puntual, como una estrella afilada, pero no centrado sino desplazado
hacia un lado. La coma parecía mostrar dos zonas, una interna más brillante y
otra externa más difusa. La transición era sutil, pero se apreciaba, lo que favorecía
la sensación antes descrita del núcleo desplazado del centro. Con el tiempo daba
la impresión de que la coma interna también estaba algo desplazada, tenía
sentido, o quizá era un efecto provocado por la posición del núcleo. Me tenía
absorta.
A medida que
miraba cada minuto me llenaba más y más. Me centré en buscar los límites
externos, calculé que la coma podía abarcar unos 2 minutos, quizá algo más
porque el ojo podía “sentir” texturas. El aspecto no era circular, de hecho,
mostraba límites irregulares, con dos protuberancias como si el límite exterior
de la coma estuviera aplastada o alargada en dos zonas en ángulo. Si pensáramos
en un reloj una se extendería como a las 11 y la otra entre las 2 y las 3.
Me quedaría
más tiempo con el ojo pegado en el ocular, pero no quería abusar ya que el resto
de compañeros tenía que mirar. Los escuchaba abajo charlando de muchas cosas,
así que les avisé para que fueran subiendo. Todos confirmaron los mismo: ¡ahora
se ve mejor! Es más claro y puedo verle el núcleo.
El tiempo
pasaba, el frío iba haciendo mella.
Y de nuevo
esa mosca en la oreja que me tenía intrigada. Mirando al cielo a simple vista
me perdía entre los paisajes primaverales de los alrededores de Leo y Virgo. La
humedad se calaba en los huesos, si te descuidabas se empañaba el ocular. De hecho,
tenía la sensación de que el propio cielo entero se estaba empañando. Entonces
caí en la cuenta… el misterio lo resolví al instante: una impresionante luz
zodiacal comenzaba a destacar en el este.
La pirámide
de luz plateada reclamaba mi atención inundando toda la zona de luz y restando
contraste al espectáculo. No era el amanecer, ya se lo comentaba a los compañeros,
si fuera el amanecer la distribución de la luz sería diferente, más aplastada,
más extensa horizontalmente, no como esta luz que se elevaba alta en el cielo
alcanzando hasta la cabeza de Leo.
Tomé el láser
y marqué los límites hasta donde yo la veía, ancha en la base y estrecha en la
cúspide. Claramente se apreciaba la oscuridad inminente en los laterales, con
visión indirecta no había duda. Pero es que con el paso de los minutos el
resplandor iba en aumento, de hecho, no dejó de hacerlo hasta que llegó el
alba. Y eso trajo consecuencias.
Una vez que
todos pasaron por el ocular, subí a la escalera con la luz roja, el lápiz y la
libreta en la mano. Era el momento de dibujar el cometa.
Con el
recuerdo de lo que tenía en la memoria volví a repasar visualmente todo lo que
había visto. Comencé a plasmar las estrellas de referencia para poder
posicionar bien el cometa y marqué con bocetos el núcleo, la coma irregular y
los detalles que podía llegar a ver. Esperaba poder vislumbrar más detalles con
este telescopio, pero la verdad es que este cometa no tiene grandes detalles visuales,
más cuando el cielo dejaba una ventana de observación tan corta y limitada por el
bajo contraste que dejaba la aparición de la luz zodiacal. Vamos, que entre que
hay que esperar a que alcance buena altura sobre el horizonte, que para
entonces le queda poco para amanecer y que la luz zodiacal hace presencia al
poco rato robando contraste me puedo dar con un canto el los dientes. Eso sí,
este cometa es más accesible de lo que parece para telescopios más pequeños,
aunque sea solo eso, un bolinche algodonoso con aspecto de cúmulo globular
vaporoso.
Este es el
resultado del dibujo con las anotaciones del momento.
Como siempre
a lápiz sobre papel blanco para poder ver bien en la noche y anotaciones
rápidas para aprovechar todo lo posible antes de perder detalles.
Ahora queda
el recuerdo de lo que vi por si no vuelvo a tener oportunidad de encontrarme
con el.
Antes de que
el alba se sumara a la fiesta matutina los compañeros quisieron lechucear
algunos objetos así que aprovechamos para ver M42, M1 y Júpiter.
Eran las 7
de la madrugada…
Llevábamos
dos horas bajo un cielo fascinante. La sensación térmica caía a medida que se
acercaba el amanecer. En ese momento comenzamos a recoger, aunque no del todo
ya que en pocas horas llegaría el colegio de hoy para una nueva jornada. Una
vez guardamos parte del equipo nos dirigimos hacia los coches para ir a desayunar
al pueblo.
Justo antes
de salir del recinto paré un me giré hacia el espectáculo que tenía a mis
espaldas. Los colores azules comenzaron a rendirse a los dorados que anunciaban
la llegada inminente del astro rey. Tomé una foto de recuerdo, pero los colores
que se registraron no hicieron justicia a lo que vieron y mis ojos. Al
degradado de tonos y colores se sumaba la temperatura gélida y el canto de los
pájaros.
Sublime.
Fue un
momento para el asombro.
Ante el crepúsculo
cristalino los ojos se humedecían con el frio mientras el corazón, emocionado,
ardía con tanta belleza.
Arranqué el
coche, el hielo cubría la luna y el display no dejaba dudas: estábamos a -4º C
Nos pusimos
en marcha rumbo a la churrería del pueblo, la idea era desayunar calentito para
estar de vuelta a tiempo de ver la salida del sol cerca del observatorio.
Ya os podéis
imaginar cómo sentó de bien el chocolate caliente, bueno, a mis compañeros, yo
me fui de cabeza a por un rico café. Volví a resucitar.
A las 8 de
la mañana ya estábamos de vuelta y buscamos una zona libre de árboles para ver
salir el sol. El sonido de las grullas nos envolvía. Venus brillaba entre el
inmenso azul, Mercurio fue difícil de localizar con la fuerte claridad que ya
despuntaba, el sol estaba a escasos minutos para asomar.
Entonces
escucho: Yo creo que va a salir justo por ese árbol de allí… venga ya,
¿en serio? Pues vas a tener razón, tiene toda la pinta. Además, va ganando el
dorado justo ahí… ¡porras! Pues vamos a tener que movernos.
El espectáculo
no se hizo esperar:
Un hermoso
rayo solar asomó por el horizonte dando la bienvenida al nuevo día.
De regreso
al coche, en el punto donde pensábamos hacer la observación al principio, vimos
cómo efectivamente el árbol nos habría impedido ver el primer destello. Un puntazo
la verdad. Aproveché para tomar una foto y conservar para mis recuerdos el
árbol del sol.
Ya de
regreso al observatorio, y con casi cuatro horas de aventura vivida, comenzamos
el día laboral con una mezcla de emociones y agotamiento indescriptible.
Eso si, como
siempre, que nos quiten lo bailao.
Ahora solo
queda volver a esperar una ventana ideal para volver a ver de nuevo a nuestro
viajero interestelar.
Leo

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